En un segundo caímos del cielo directo hacia el océano, para saltar como una raya hacia los rayos del sol que se pierde en el horizonte.
Fuimos espuma y arena, híbridos de la tierra y el agua; como los cangrejos que pasean a la orilla de ambos elementos.
A continuación, éramos un surco en la arena, una iguana que lleva su cola entre los granos del universo y deja un rastro de polvo estelar en su huella de movimiento.
Abrimos los ojos, nos vimos en medio de la inmensidad, justo donde las ballenas cantan canciones de cuna a sus crías y donde los delfines vienen a retosar.
Los pelícanos nos llevaron de vuelta, eran de acero y reflejaban la belleza de nuestra aventura. Entonces despertamos, ansiosos de volver a soñar.
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