Hoy me sorprendí ingenuo,
carente de realidad,
intimidado por dolores viejos,
en un laberinto,
entre las calles y sin libertad.
Me miré con las multitudes,
sin rumbo establecido,
pensando cuál es mi lugar,
abandonado desde dentro,
cual objeto en olvido.
Es cierta suerte de guerrilla,
absurda y fantasmal,
así ha sido la distinción,
lúgubre y errante,
irremediablemente pasional.
Como si algo deshojara,
azul y sepia,
a suerte de jacaranda,
con tan poco encanto,
con fugaz alegría.
Me acompaña un sabor a derrota,
a triste canción,
de las que hablan de instantes,
retrato de adversidad y gloria,
también de desolación.
Insistentemente miro mi alrededor,
reconozco mi negación,
la fantasía de otro mundo,
la calidez de otra mañana,
esencia de transformación.
Huyo y me atrinchero,
fuga de noche,
búsqueda de lo elemental,
amor a la nada y su cercanía,
placer y derroche.
Voy y reviento nuevamente,
vuelan las historias,
con versos y besos repetitivos,
crónica de dulzura y agotamiento,
palabrerías y más.
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