Los ríos se mueren de sed

Los ríos se mueren de sed,
entre razones incomprendidas,
dolores de tiempos gitanos,
de plegarias sin dirección.
Tu nombre es soportado en los cerezos
está presente en nuestra canción,
en la noche de los quinientos años.
lejos de la distancia y la ambición.
Eres presencia que abriga el alma
alegría del pueblo en rebeldía,
promesa que devuelva la calma,
que fluye como dulce melodía.
Y es que los ríos se mueren de sed,
perecen entre la avaricia y la sequía.
Morimos con arena en los labios,
con sequedad en nuestro corazón.
Es tu sonrisa entre la degeneración,
que brinda esperanza tras los sollozos,
pues a tu lado no importa la erosión,
eres éxtasis en medio de los rezos.
Suspiro que por la noche se derrama,
que entre susurros espera al nuevo día,
el anhelado canto de la espuma,
la pintoresca frescura de la cobardía.
Y es que los ríos se muere de sed,
lloran de dolor cuando se va la vida,
se aferran a la leyenda del amor,
por eso se abrazan a tu figura.


Dedicado a Eyla, pues Venezuela y México son patrias ligadas.
Pronta recuperación querida amiga.



Luchín Capitulo 2 - Fragmento 3.

La lluvia parecía peregrinar hasta el lecho de Ramón; gotas finas que se impactaban contra la tierra árida y desencantada, que inmediatamente eran succionadas por el piso, sin dejar huella de su caída. Igual que la caricia a un muerto, sin sentido, ni destino.

Luchín se recostaba en el cuerpo de su padrino, y cualquiera podría jurar que era a él a quien lloraba, pero en realidad era el dolor añejo de cuando su padre partía. Daniela lo miraba, en ella predominaba la impotencia. Cuando Lucho murió, nadie en el pueblo supo que fue lo que en verdad había pasado, el relato de su hermano le había apretujado el corazón.

Fue un quince de diciembre, las mujeres del monte habían bajado a la plaza central para recibir a la esposa del alcalde, recién se hablaba de la liberación femenina en aquel desierto y todas unidas discutirían cómo les debía beneficiar tan interesante revolución. Era una tarde fría, con un sol quemante, llena de luz, de esa que deslumbra y nomás no alumbra. En casa jugaban los dos hombres, Remedios se había ido desde temprano. Por eso nadie supo qué pasó.

Luchín estuvo dos días desaparecido, vagando por la barranca; Luis fue encontrado en su cama, desangrado. Le cortaron los dedos, la lengua y le sacaron el corazón... El llanto del joven no paraba, a pesar del tiempo seguía sintiendo miedo, y peor aún, culpa.

Era un momento desgarrador, únicamente interrumpido por Nora, quien al escuchar desde la puerta el relato se acercó para abrazar a Luchín, manteniéndolo bien unido a su pecho, confortando su dolor.

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