El vampiro de sueños (parte dos)

La canción se ha detenido, debe ser un presagio del final. Ahora sólo el silencio insoportable, sus tacones y el golpeteo de mi sangre al recorrer mis sienes.

El frío arrecia y las ideas se arremolinan, huyo al fondo de la habitación, a la parte más privada de mis pensamientos; pero esos recuerdos también me hacen huir. Estoy condenado, perseguido, olvidado, y de la forma más dolorosa, ausente de mi.

Su caminar enloquece y degenera, es como susurro de un holocausto interno. Es como si estrujará cualquier gramo de decencia en el fondo de mi ser, algo semejante al momento previo a perder la consciencia.

Las sirenas han cesado, sólo hay oscuridad y desesperanza. El impacto de sus tacones se acerca, sincroniza con los latidos de mi corazón, taladra mis oídos e invade de miedos el alma que pensé haber extraviado. Y avanza, se que sus zapatos rojos están en la siguiente habitación. Avanza lentamente, infartando mi corazón, acribillando mis oídos y dejándome a merced de mi razón.

En su piel se refleja la luna, la palidez de los muertos; y sin embargo es hipnotizante, abrumadora y llena de encanto. Su voluptuosidad lleva a la vulgaridad, hunde al corazón entre bajas pasiones y gemidos amordazados, dejando que el alma vuele, horrorizada por el macabro carnaval al que se somete el cuerpo,

Me siento mareado y por más que intento no puedo desmayar, la atmósfera de la habitación es nauseabunda y sin embargo ha llevado a la excitación mis sentidos. El frío se dispersa, ya sólo hay un aroma sepulcral, penumbra y un vestido rojo que ondea sobre el dintel.

Y se desea la muerte, pues la vida pierde todo sentido, está envuelta entre sombras y ausencia, sólo mente en blanco, escalofrío y una sensación de caer por la orilla del mundo, por el precipicio del dolor y el olvido.

El corazón se detiene, la respiración se ralentiza y de pronto ella aparece, inmaculada, virginal, llena de belleza; no obstante así como impacta con dulzura y candor, en segundos, aturde y lleva al terror. Es vida que otorga muerte. Ya no hay más, la vida se esfuma y todo es blanco, o negro, no lo sé.

Prevalece en mi el sentimiento de que había algo más, que el mundo no estaba tan vacío. Domina la incertidumbre y la eterna duda de qué fue lo que perdí durante la noche. Ya sólo recuerdo despojos de besos y caricias, de un vestido y unos tacones color carmín y este dolor de cabeza que se acompaña de la repugnancia a imaginar.

Esa misma ambivalencia de tiempo y espacio indica que se ha ido, aún no sé quién o qué, pero sé que ha regresado el amanecer.

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