Bestiario

Ladra, maúlla, grita, pero, 
por tu alma, no te quedes callado.


Jamás existió concilio como ese, mezcla de ridícula obscenidad y fantasioso alegato. Una corte de milagros empolvados, de sentencias de caldo, sí, de caldo, pues no hay peor castigo que estar en la boca del hombre.

Con traje feroz y mirada vidriosa, como cuando no se ha comido en días, el juez escuchaba los argumentos de la parte acusadora, que rechoncha, pero bien enfundada en harapos de lujo, llenaba de lodo y aroma a chicharrón todo el recinto. El alegato, el mismo de siempre, despojo; tristemente, personajes como el acusador pertenecen a la clase dueña del  poder, a los que retienen el dinero, a los que el hombre llama "sabrosos".

A pesar de la pureza de su linaje, de la inocencia de su alma y de su aparente inofensividad, el acusado es condenado, morir como barbacoa o quizá como estofado.

No hay peor crimen que alejarse del rebaño, atacar el orden de las cosas y volar cuando sólo se permite saltar; ser un animal fuera del orden natural de las bestias.

Así fue sentenciando el borrego, criminalizado por atreverse a cantar, por volar cuando sólo se le enseño a arrastrarse.

Y murió la oveja negra; el lobo siguió condenando a la olla a los disidentes; el cerdo siguió reteniendo el capital, extendiendo su cochina avaricia entre las bestias; y el resto del rebaño, pues... ellos siguen preguntándose cuál es el significado de las últimas palabras de la más anormal de las ovejas:

"Vale la pena morir si se sueña con ser más que una oveja"

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