Amantes clandestinos

Caminamos, nos miramos, nos besamos y sentimos la lluvia sobre nuestras manos enlazadas, nuestra respiración olvida por momentos el plomo en el aire, la basura de las calles, somos amantes que se entregan a su sueño, a un momento de goce anónimo, de amor sin restricciones. Son tus labios, es mi calor, es tu vestido mojado, es el cielo que cae sobre nosotros, nada importa, pues la ruta es estrecha, es sólo de dos.

Los mendigos en las calles levantan las manos, los hombres corren y las mujeres se resguardan sobre los techos, pero tu y yo. nosotros, sólo caminamos, abrazados, sin dolor, ni responsabilidad, con el corazón en la mano y la mirada en la felicidad.

Mientras los gritos y el bullicio se apoderan del espacio y la densa multitud se arremolina en la entrada de esa vieja estación, nosotros nos fugamos de la realidad, somos los prófugos modernos, los amantes que huyen de la monotonía y la existencia material. Sólo somos, en esencia y carnalidad,  ignorantes del mundo y de su supuesta moral; asaltantes del calor y la belleza, de aquello que llaman romanticismo.

Reinventamos el mundo y en él únicamente nosotros podemos amar, somos clandestinos, parias sin hogar y futuro, somos amantes, cuyo principal motivo es el deseo y la verdad.

La luces de la ciudad contemplan nuestro abrazo, la sensibilidad de dos reclusos de la consciencia, la lluvia cesa, los autómatas se reactivan, pero en el centro de esa plaza aun perduran nuestros besos, la esperanza de detener el mundo y morir en un beso. Somos tu y yo, utópicos, soñadores y fugaces, sin responsabilidad ni ataduras, tan sólo con el corazón arrebatado y los cuerpos empapados de ilusión.

No hay clímax  pues esto fue desde el inicio una explosión, un recursos sin sentido, una entrega desesperada de dos necesitados de amor y esperanza; una absurda analogía del abandono y la bohemia, del encuentro y la casualidad, del desencanto de esta ingrata sociedad.

Mientras el mundo se engaña con su primavera eterna y los transeúntes nos miran con extrañeza, nos miramos con fervor, con el sentimiento reventado... ellos no entienden hasta donde trasciende nuestro momento, el roce de nuestros labios y el tacto de nuestros torsos, nos miran bajo la incredulidad y el rudimentario instinto de reproducción. No obstante, el tiempo transcurre y la noche nos abraza, ella es cómplice de la locura y el arrebato, de nuestra rebelión al pulso de la normalidad.

Es tarde, tus manos me indican el cansancio, los golpes del viento la frialdad que se avecina, y el flujo de los hombres, cada vez menor, es la invitación a volver sobre nuestros pasos, a contener el amor en cuatro paredes. Quién sabe, quizá mañana surja nuevamente el deseo de besarnos a mitad del mundo, a olvidar que somos pareja y convertirnos en amantes clandestinos, aquellos que se encuentran por casualidad.

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