Su sonrisa ancha.

Su nombre jamás fue Amanda, no obstante la recuerdo con la misma sonrisa ancha, la recuerdo como el último día, como aquel, el más lejano de mi consciencia.

Le escribo, pues siempre fue esa la solución y el ansiado regalo, siempre fue ese el mensaje que intente alcanzar, uno que hiciera latir su corazón y que permitiera aflorar esa misma sonrisa ancha. Con desorden, con carencia, quizá con mucha falta de disciplina, pero con textos que salían del corazón, del más noble e inocente sentimiento de amor, pues así fue como ella me enseño.

Su nombre jamás fue Amanda, pero la música iba de su lado, no importaban los acordes, las letras, sino su sangre cálida, corriendo al compás de esas viejas canciones, de esas que la consagraron en el día de los músicos. Fueron poemas, poemas en su mirada tierna, cansada por el trabajo, pero nunca derrotada, nunca desesperanzada.

Su sonrisa trasciende, aun sobre la ausencia, pues va, caminando en madrugadas atacadas por el frío o en las noches cálidas de otoño; es su sonrisa ancha que no se ha ido, que se niega a despedirse, pues aun tiene ganas de acariciar la piel y el orgullo que alguna vez forjó.

Su nombre jamás fue Amanda, pero siempre llevo en alto los ideales del trabajo honrado y la entrega por la familia, ese es su legado, su leyenda, su historia... lo que perdura a pesar de la distancia y el misticismo de su partida.

Hoy no importa la música, no importa Amanda, no importa la misma sonrisa ancha que Victor Jara escribió, importa su nombre, inmaculado, reflejo de mis deseos, si así se quiere; sólo importa ella, Cecilia, quien amo e idolatro, quien me dio vida y quien me enseño la importancia de tener firmes principios y anhelos que se transforman en lucha. Te amo mamá, feliz cumpleaños.

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