Del fuego, el amor y otros anhelos en la noche de los setenta años

Afuera el mundo desangra, se hincha de muerte y alimenta de terror, pero tu y yo desnudos, nos amamos sin importar el mañana, ese ya no alcanzo; sabemos de las revoluciones que acechan, de los gritos y los sollozos, de las madres que lloran y las metralletas que se disparan, pero a nosotros sólo nos urge hacer el amor.

Se escuchan las granadas estallar, acompañan tu orgasmo, tu placer, mi calor, la entrega de dos amantes durante la revolución. La sangre tapiza las calles, pero tu y yo morimos en satisfacción, tus uñas en mi espalda no son reflejo del miedo, sino de la pasión. Nos duele, sin embargo, no podemos hacer nada afuera, no ahora, en este momento sólo podemos entregarnos a la carnalidad, al  desenfreno de las emociones, del corazón apabullado, de aquel noble sentimiento que llamamos amor.

Aun se vislumbran estrellas, pero el llanto inunda el pavimento, tus gemidos me devuelven a tus labios, al candor de tu mirada, a la perversidad de tus senos, pero en especial al desenfreno de tu cadera...

Los cuerpos caen, las balas los pervierten y los transportan a la morada de los inmortales, pero tu cuerpo se entrega únicamente a mi, te penetro a fondo, cargando con el dolor de mi cultura, con la excitación que logran tus besos en mi cuello. Fugazmente, como si fueran las ráfagas de fuego que hieren a mi pueblo, pienso, siento, anhelo, ganas de morir en tu cuerpo, en tus piernas que se aferran a mi cadera una vez más. Quiero morir en un orgasmo, que sea al lado de la Luz de tus ojos, esa que las estrellas envidian.

Creo que las estrellas nos inspiran, que las granadas que revientan nos obligan a entregar el alma en cada arrebato de tu cintura. En mi corazón sólo cabe la indignación y el desprecio, en mi piel nomás cabida para tu piel, para tus caricias. Siento ganas de llorar, la historia de este pueblo me condiciona, me limita, me degrada; siento ganas de eyacular y olvidar que el mundo está en emergencia, justo al borde de la locura, mi anhelo es morir abrazado a ti, olvidar el mundo y esta fatalidad, que ensombrece a los amantes de la verdad.

Tu cuerpo eclipsa mis sentimientos, me hunde en el placer, mientras tus piernas me aprisionan se seca mi consciencia, a fin de cuentas, que es lo que puedo hacer ahora, mi labor es distinta, llego a la conclusión de que también es guerrillero quien se ve obligado a buscar la paz, la justicia, la dignidad; también es guerrillero el que se manifiesta con la bandera de la salud y el conocimiento.

Hoy como nunca me reconfortan tus besos, tu lengua que pasea sobre mis hombros y tus manos que se aferran a mi espalda. Cierro mis ojos y me pierdo entre el sudor y el olor a gardenias que guarda tu cabello, quizá allá que soñar mil veces más, hacer el amor la vida entera, morir una y otra vez entre tus piernas y pensar que la única imposición es la de tus ojos en mi corazón, al menos ese es mi deseo para esta noche, la interminable noche de los setenta años.




Dedicado a una patria que amo, que me rompe el alma, que me obliga a luchar y llenarme de ilusiones, pero, en especial dedicado a la mujer que me acompaña de la mano en mi anhelo de un mundo mejor, gracias Andaluz, mi hermosa musa de olor a vainilla y gardenias.

1 comentario:

  1. GRACIAS A TI POR HACERME PARTE DE ESA GRAN HISTORIA DE AMOR,DOLOR Y PASION K VIVIMOS DIA A DIA. TE AMO CORAZON.

    ResponderEliminar