Deseo de miedo

Es media noche, puedo sentir mi piel que se eriza ante la caricia del viento, afuera hay humedad, aquí, sólo el olvido. Ni los demonios me recuerdan ahora.Quizá mañana se vuelvan a ilusionar con helarme la sangre, pues hoy no les interesa robarme el aliento, están  ensimismados, divagando entre lo aparente y lo real; su barrera de muerte hoy no se interesa en mi terror, no tiene ganas de darme su macabro beso.

No hay inspiración, sólo la cabeza fría, vaya drama, sin aire para respirar, pero sin sentir opresión en el pecho. Creo que es la falta de mi sombra, me pregunto donde está, tal vez fue a pasear con los demonios, quizá también se aburrió de mí.

El reloj avanza, pero ellos no vuelven, espero no les haya pasado nada, espero que tan sólo sea un idilio temporal; ojala no se ofendieran por mi absurda valentía, por mi intención de sentirme grande. Los extraño, como el cielo extraña los atardeceres teñidos de rojo, como el pavimento añora el sabor a sangre del inexperto conductor ebrio.

Mis absurdas posesiones no igualan la belleza y frialdad del temor nocturno, del desangelado carisma de mi sombra, ni siquiera se acercan al corazón apesadumbrado por un grito desgarrador.

Dónde están, dónde me han dejado olvidado; no queda  otra cosa que resignarse, caminar por el sendero agónico de la soledad, aun sin mi reflejo, sin el pesar de esa consciencia al alto contraste. Espero llegue el alba y con ello el reencuentro anhelado con el elixir que enerva los nervios, que sobresalta el corazón.

No  es necesidad de motivación, ni siquiera un recurso del inconsciente, es sólo un deseo de miedo, de aquel sentimiento que domina a la razón y doblega a la angustia.

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