A la mujer de las revoluciones

En el abandono de la cultura y el valor de la esperanza, esperando que la luz y el calor de la mañana revaloricen su lucha, camina solitaria, con una deshilada bolsa de manta que esconde un par de bolillos y una bolsa de leche, aguarda el abrigo del amanecer; la casa, humilde y sencilla ansia su llegada, preparar el desayuno de los niños y planchar la ropa del obrero que ama es sólo el comienzo, la labor mas dura es predicar por su patria, por el país que la margina al borde de una barranca, del hambre y la miseria.

Camina firme, no obstante las lesiones que aquejan su cuerpo; alguna vez imagen de belleza, hoy resguarda en su corazón la más noble estampa, no es que ahora sea desaliñada, es sólo que los harapos resguardan la grandeza de su alma.

Desfila entre sombras, pero... no esta sola, a su lado marchan las rezagadas por la cultura, las marginadas, las olvidadas, las nobles mujeres que engrandecen este pueblo. Codo a codo, luchando contra el estereotipo y la razón. Desafiando a la historia y a su orgullo, forjando mediante el relato oral y el amor de sus labios el futuro de un pueblo, la herencia del conocimiento y la lucha.

En ellas no hay lujos, simplemente ilusión, una lucha que nace del suelo y se transforma en el más noble combate. Yendo y yendo, entre piedras y basura, entre carencias que disfrazan con su inmensa dulzura; entre caricias y llanto al comienzo de la rutina.

Y así silenciosas llegan a la mañana, al despunte del alba, justo cuando la habitación se llena de roció y hierve el café.

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