El beso


Acecha, me mira y confronta mi cordura, se desvanece en una mirada y reaparece ante la temeridad y el vacilo de un segundo, de una vida entera. Está ahí, preparada, lista para destruir aquella realidad rodeada de sueños inconclusos, de momentos equívocos, donde el despojo de emociones y fracasos alimenta y engrandece su bestialidad.

No se mueve, permanece; inmutable, infranqueable, serena. No será ella quien ofrezca el primer golpe, será ella quien triunfe, quien destroce.

Miro sus labios, seductores, agónicos, expectantes. Intenta ocultar las fauces de la depresión, de la angustia, del maltrato. Su poder, místico, regio, incomprensible, oprime esta atmosfera, busca colarse en la rendija del orgullo, de la melancolía, de la insatisfacción.  Aguarda y vigila,  es su mirada espía la que se cuela en el olvido, la que reduce una vida al momento catatónico del infarto. El pulso cambia, se detiene, se quiebra, no hay más; el corazón se ha detenido, la sangre se hiela y la muerte sonríe.

Agotado, olvidado, permanente en el mismo espacio, en la misma ausencia de calor y esperanza. Ella sigue, evade mis defensas, abre mis brazos y me obliga a enlazarme con su inmundicia. Su abrazo desgarra mi piel, sus labios se acercan aprovechan el trémulo suspiro que escapa de mis sórdidos pulmones, de mi cansada condición, del despojo de humanidad que queda en resistencia, en espera de su beso de muerte.

Su movimiento apasionado causa mella en mi interior, sus labios húmedos se deslizan en mi boca, sus manos aprietan mi espalda, solloza y suspira ante el robo de mi humanidad, de mi decencia, de mi ingenuidad. Me ahoga, siento su saliva, sus manos, su intimidad que me rodea, me aprisiona, me encapsula en una bola de cristal. Existo atrapado, encadenado, sofocado… no hay más.

Estoy perdido, su lengua serpentea en mis entrañas, sus uñas se clavan en mi humanidad, me envenena, me succiona. Estoy acorralado, hendido en la barrera de la vida y la muerte, pendiendo de un hilo caprichoso, de una hebra del más podrido andrajo.

Anhelo mi fin, desespero por su llegada. Mi alma se encuentra en tinieblas, mi cuerpo entregado a sus desenfrenados deseos, soy parte de su aquelarre, de su beso interminable.

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