Peregrino

Pues cada quien busca una estrella para guiarse.

Junto el viento se escuchaba un aullido, un lamento agudo, un susurro que se ha llevado el viento. Sonó la tristeza, la angustia se clavaba directo en el pecho, buscaba alcanzar el corazón e imputar a la vida, penar el andar errante del peregrino. Porque siempre me he encontrado aquí y allá, mirando desde abajo, fluyendo en la esperanza de encontrarme, de ser encontrado.

Mi andar es así, cansino, torpe, casi destrozado. Relleno de pequeñas cosas, de grandes ausencias, de la luz que espera impaciente el amanecer, de las estrellas que titilan en lo alto, pues miro el mundo desde abajo, regresando al inicio, viajando a un final impávido, rutilante.

Entre las espigas del campo y noches de luna dorada, voy caminando, piedra a piedra, persiguiendo el destino. Viajo con la pesadez en la mirada, con el corazón en ausencia, con el cuerpo derrotado, no obstante el espíritu mira alto, desea volar, desea alcanzar la redención, terminar con este infame trasiego peregrino.

Este viaje busca un territorio de ensueño, una comarca de ilusión, es un viaje de gozo, que busca la transición. No importa el ahogo de la noche, el  atroz recuerdo de lo que se fue, el camino sigue adelante, se avecina de violetas, de tormentas, de rosas y espinas, de zarzas y zozobra. Seré insolente con la historia, refinare mi alma en el secuestro de la razón; viajo incesantemente, pendulando, haciendo un himno de mi errático andar, de mi travesía por el cosmos de la soledad.

Seguiré como peregrino, retratando mi andar, cantoreando a lo desconocido, a la razón de mi fascinación, a la exquisitez del vacío.

Razones no existen, profecías se han perdido, sólo sigo este andar clandestino, saqueando a la muerte, devolviendo a la vida, corazonada tras corazonada, en el paramo del recelo, en la angustia del olvido, voy en este viaje acariciado por un caluroso verano, susurrándole al invierno y su mesura incrospida.

Agua de la tierra, viento de sus entrañas, sendero que rutila en lo incansable, en el eterno centellear de los acompañantes del silencio. Sueño de algodón, sensación que oscila entre mi pecho y mis sueños, guíame hasta la tierra que se baña en luz, acompaña mi andar ausente… cuida de este peregrino errante, de este viajero sin rumbo que se ahoga en medio de la contradicción.

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