De la libertad, los ideales y el sano juicio

Es cierto, la locura está suelta alrededor de este mundo. Busca endilgarse en la mente de quienes tienen ideales, de quienes creen forjarse un juicio propio. La vida es caprichosa y se desarrolla en medio de presiones intrascendentes, de andares sin rumbo, de envidias por lo que no se tiene, pero que a fin de cuentas ni siquiera es necesario; a fin de cuentas es una rendición de nuestros actos, un espejo en el que nos miramos e intentamos darnos cuenta del brillo de nuestra mirada y el de nuestras posesiones; libertad, es ahí donde inicia y donde también termina.

Las jaulas muchas veces son aparentes, nos envuelven entre dolores y rencor, con tan sólo imaginar el choque contra su imponente figura de represión y ahogo el espíritu reblandece, se sume en la miseria, en el aparente estupor de una muerte en vida, donde las ilusiones palidecen y los problemas se abalanzan en constante aceleración.

Esas cadenas agrilletan el corazón, lo reducen a un espasmo de movimiento, en el que podemos entrecerrar los ojos, casi siempre de dolor por el alcance de nuestros fantasmas y es entonces que la vista crea la ilusión del vacío; es entonces que nos morimos de nada.

El mensaje es claro, las nubes aletargan el alma de cualquier persona, pero siempre se puede disfrutar de un día lluvioso, la vida permite renovare a través de la caída, pues cuando se logra ver el piso, se vuelve a disfrutar del panorama de la cima. El recuerdo es la mejor arma para acercarse a una redención del alma, no siendo la religión el método, sino el reconocimiento de las bondades y la belleza interna, es así como se lograra revolucionar la mente, desligar las frustraciones y abrir los ojos.

Si se logra consolidar el anhelo y el espíritu se levanta de las cenizas del olvido, el sueño será dulce y la pesadilla se habrá consolidado en el aprendizaje, repercutirá entonces el ideal, el juicio de una realidad autentica, donde el protagonista alcanza la libertad y se libera ante el espejo.