Tempestad

Son días de tormenta,
aunque no alcanzo a ver bien,
debe ser,
porque me siento abandonado,
hundido,
segregado entre los muertos,
los de mi generación,
también,
aquellos que
vienen del pasado.


Son las ofensas,
las no hechas,
otras que deje pasar,
pues no aspiro a la maldad,
tampoco al señalamiento,
juicio que lleva al olvido.

Olvidé,
a conveniencia,
por convencionalismo y herencia,
rindiendo culto a ella,
a la virtud de unión,
por cariño principalmente,
respeto y jerarquía,
agradecimiento,
a la par por el amor
recibido.

Mas, lo perdí,
fue entre la duda y el descuido,
por rencillas extrañas,
remolinos de miedo,
conflictos de soledad y protagonismo,
porque sigo sin entender,
sin saber qué pasó,
cómo se diluyó,
tan sólo
mirando a la pared;
leproso o apestado,
condenado.

Ha llovido,
tempestuosamente;
al frente del camino
se perdió
la vista y el rumbo,
era riesgo mortal,
quemadura en los ojos,
reclamo a la ausencia,
prueba de fe.

Ha inundado,
con ello el ahogo;
es sencillo interpretar,
más acostumbrado
apuñalar,
dudar de la vida,
por no conocer
la fidelidad,
sembrar con veneno
donde florecen los cerezos.

El sol,
vendrá mañana,
con trabajo y armonía,
conciliación de la materia y la carencia,
tal vez nos traiga a la familia,
me reúna con extraños y,
no sea en funeral,
sino en cortejo de flores y alegrías,
como se anhela siempre,
pues
a ello se lucha,
se dedica y
empeña el corazón viajero.



a mi padre.

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