Leyenda de los tres soles.


Cuentan que cuando el hombre apenas comenzaba a tener uso de la palabra, había tres soles, ellos eran celosos y no permitían que el viento y la oscuridad regalaran inteligencia al hombre

De manera clandestina, nuestros ancestros se reunían en las cavernas. Ahí a escondidas de los astros del cielo, charlaban y desenredaban sentimientos, y, a medida que descubrían las virtudes de la palabra y el contacto entre sí, se abatían por la envidia de los soles, tan bellos; también, tan poderosos e inclementes

Así se vivió durante mucho tiempo, comunicándose y escondiéndose a la vez, también así fue el amor, clandestino.

Un día, cansado de tanta represión y sediento de divulgar el amor a su amada, un hombre prometió terminar con tal tiranía. Fue con ella primero, la mujer de su vida. Le dijo que la honraría por la eternidad y que le entregaría una prueba de su devoción; después, juró a su familia que traería libertad para contemplar la noche y gozar con ella.

Y partió. Pasó mucho tiempo y no hubo noticias de él.

Cuando pensaron en celebrar un funeral en su honor, corrió la noticia de que uno de los tres soles había desaparecido. La esperanza floreció y en su familia y su amada las sonrisas prosperaron. Al tiempo, se supo que un segundo sol había sido abatido. Que el tercer malhechor vivía huyendo y que ahora, existía otro reino, el de la noche.

Desde ese día, el sol restante vive fugitivo, permitiendo que la noche sea refugio de los amantes y las palabras; los otros dos, siguen bajo custodia de las mujeres, asomándose sólo cuando hay palabras u oscuridad que obligan al sonrojo.

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