Leyenda de la palabra (parte 1)

El sol se posará en lo alto
envidiando el regalo que la luna otorgó,
maldiciendo a las estrellas,
pues desde entonces el hombre soñó.

Pablo acaricia el cabello de Mario y Lolita, tienen hambre y afuera hace frío, pero ellos deben mantenerse dentro de la cloaca, sólo ahí están seguros. En la mañana fueron correteados por la policía, en la tarde por la pandilla de la vecindad, y en la noche, la lluvia y el granizo, esos eran más inclementes y más persistentes; tenían planeado sitiarlos toda la noche.

— Hace frío. — Lolita sonríe, se siente protegida y aunque su estómago gruñe como las ratas que se esconden en las entrañas de la ciudad, se siente animada. Mira a Pablo y acomodándose en su pecho le pide que cuente una historia. — Anda, la noche es tuya, se presta para una de tus genialidades, al menos esas dan calor al corazón.

— Vamos Pablo, haznos soñar. — Dice Mario, apoyando la petición de Lolita.

— Está bien, pero vamos a prender fuego y a repartir el pan que Lolita le robó al panadero. Las estrellas ya nos dieron mucho el día de hoy. 

Los dos jovencitos se aprestan a dar vida a una fogata, mientras su compañera reparte el pan en tres porciones, cubriéndolo con el resto de la crema que hay en el ya maltratado envase. El fuego crece y se alcanza a ver el rostro de los tres niños, las cicatrices que les ha heredado la calle, pero también, mirando a fondo, se reconoce su inocencia, su lucha por seguir viviendo. 

Los muchachos cenan y disfrutan del calor que les brinda la improvisada hoguera, Mario saca de su morral una botella redonda, es alcohol de caña, lo había guardado para una ocasión especial. — Beban, los hará sentir mejor, en especial a tu bebé Lolita. — Extiende la botella a sus compañeros y sonríe, como hacía años que no podía, justo el día en que abandono su casa.

— Gracias, seguro le hará bien. Él no merece sufrir hambre ni frío. — Responde Lolita con una sonrisa muy parecida a la de Mario.

— Verán, les contaré la leyenda de la palabra, como fue que nació y como es que hasta hoy estamos obligados a cuidarla de la envidia del sol. — Dijo Pablo, mientras aclaraba su garganta con el licor de caña. — Se trata de un regalo de las estrellas y la luna a la humanidad, de cómo fue que la esperanza nació en el corazón del universo para ser entregada a los errantes. 

Lolita y Mario se abrazaban, mientras disfrutando la cena, que aunque improvisada y humilde, era de las mejores en los últimos tiempos.

(continuará)

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