Esperanza (Por las calles de Santiago) II

Hay algo más allá del aire, algo que me obliga a soñarte a suspirar, como lo solía hacer en tu cuello. Aún suenan disparos a mitad de la calle, pero el miedo ha desaparecido, se ha esfumado ante tu recuerdo. La atmósfera palidece, me recuerda que sobre tus piel los rayos del sol se opacan, y que tus ojos devuelven alegría en medio de la más angustiante oscuridad.

Se escuchan llantos y gritos, son los perseguidos, los fulminados, los desaparecidos forzados, aquellos que se oponen a este gobierno, a los ideales absurdos de la maquinaria de muerte que ahora nos avasalla. El ruido es ensordecedor, pero en mis oídos... 

Vuelves, puedo sentirlo en cada ráfaga de metralla, en el viento que mece el cabello de los ancianos. Te llama mi corazón, te añoran mis brazos; te siento cerca me lo dice la esperanza.

Te echo de menos a cada grito de ayuda a cada convulsión de los edificios. Te ansío más que a la revolución.

En el acongojo de mis sentidos, en la timidez de las protestas, estás presente, exaltando la belleza de la noche, prometiendo un cálido amanecer. Flaqueo, pero la sonrisa de la luna, que es más tuya que de ella, me obliga a ponerme de pie con orgullo, cómo las nochebuenas marchitas en las lúgubres, pero sinceras, tardes de diciembre.

Transitan las tanquetas, golpetean las botas de los carabineros del federalismo y los monopolios; aquí resistimos, agazapados entre muerte, atrincherados en recuerdos. Bombarderos cruzan el cielo, las paredes se estremecen una vez más. Una bocanada de polvo llega hasta mis pulmones, yo me obstino a creer que me has robado un suspiro.Yo te evoco a ti, mi Luz.

Prometo buscarte en el exilio, aunque deba olvidar el suelo que me vio nacer, este que hoy, han fertilizado con sangre de estudiantes, maestros, campesinos, obreros; de rojos y alborotadores, sí, es que los niños y viejos, también eran comunistas.

Insisto, no habrá exilio, tampoco distancia, estarás conmigo, en París, Roma, San Marino, o la modesta Tenochtitlan, quizás, en la reconstrucción de estas calles de la hermosa Santiago.

La noche casi termina, ha sido sido tan larga como la pesadilla de tu ausencia. El toque de queda sigue vigente, pero nuestro amor continua siendo más perpetuo. Me tranquiliza tu libertad, tu situación de refugio. Sé que tu alma, noble y solidaria, cura heridas e infunde paz en quienes lograron ir más allá de las fronteras.

Te recuerdo y sonrío; muero abotagado en sentimientos, esta vez, de felicidad. Mis lesiones crujen, chorrean, paralizan; y entonces recuerdo la tersura de tu voz, la suavidad de tu piel, te recuerdo mi amor. Aún carente de mi mirada, separada de mi tacto, me infundes esperanza.

para Any, mi Any

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