Estrellas y luceros

¿Qué es caminar con el alma llena de luceros? Es cantarle a la noche, a  la lejanía y a ausencia; estar en comunión con lo perdido, con la promesa de regresos y adioses; es destilar sentimiento de la estrella más cercana y llorar de la nada y a la nada cuando se está a mitad de la noche; aunque también puede ser esa extraña emoción de reír hasta el llanto, hasta que las estrellas se deslizan por las mejillas.

No. Es que poblamos de ilusiones las estrellas, que en ellas reflejamos una revolución, el movimiento de nuestras manos obreras, nuestra fuerza campesina, nuestras ideas mineras y nuestros sentimientos artesanos. Es que en ellas vemos la marimba, el son del sur. Sí. Es porque ahí están los sueños que nos arrebataron hace quinientos años.

Y ahí estás tú. Es por eso que miro tus ojos que veo como la noche palidece con su brillo, por eso que me angustio cuando parpadeas.

Nos recostamos en el pasto, miramos alto y esperamos que el cielo se despeje, anhelamos que se sacuda la melancolía y nos deje admirar las perlas del universo. La noche es oscura, a veces, tenuemente iluminada por la luna, pero el deseo es el mismo. Es un ritual de fidelidad y desprendimiento de herrumbre, es renacer a través de los rayos de plata.

Y ahí están tus ojos. Es por eso que son mi tesoro, pues brillan más que cualquier moneda, que cualquier historia. Son esos ojos que multiplican el brillo de los millones de estrellas, de los dulces luceros.

El cielo se trastorna, se convierte en un remolino de esperanzas y peticiones añejas, parece sacudirse la pereza, desangelarse, huir. También las estrellas quieren huir, marchan hacia el confín más lejano de una entramada galaxia nombrada percepción. No quieren politizar, sólo quieren ser bellas; es por eso que odian al sol y a su imposición sobre el espíritu del hombre.

Y ellas desaparecen, pero ahí estás tú. Las estrellas engalanan tus labios, es su brillo lo que me orilla a besarte, aunque también es el pretexto.

Se van entre consignas de solidaridad, de la autonomía y la libertad. Respiramos su ausencia y el abandono  de su abrazo de oscuridad y diamantes.  Nos heredan el silencio, la ansiedad de la noche, el corazón que se detiene y el derecho a hablar de su misticismo, a replicarlas en palabras y en imágenes de patria, de lucha y de cualquier sueño de guerrilla y amor.

Y de pronto ahí están, nuevamente en tu rostro. Vanidosas se miran, se reflejan en tu mirada y tu sonrisa, sin embargo al mirar las estrellas, te veo en cada una de ellas.


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