Leonardo y los Choconautas


Sólo se deja de ser niño cuando
 se pierde la capacidad de asombro.


Leonardo, un niño típico, habitante y creador de una sociedad utópica de un mundo enfermizo y globalizado, que con su triste candor a la imaginación ha marginado.

Un niño tiste y olvidado, gris opaco y trastornado. Ha creado una realidad alterna, una vida nueva que su existencia ha manipulado.

Encontró consuelo en caballeros andantes, en figuras imaginarias, caballeros de chocolate. Creo vaqueros de cacao, dulces y fieros personajes de arroz inflado.

Los llevo al espacio sideral, a una realidad casi musical, llena de bombones y confites, de asteroides de azúcar y plantas felices. Un mundo de Choconautas.

Marcho con su ejército a una galaxia de algodón, Choconautas que viajan para cumplir una ilusión

De pronto un movimiento inesperado la nave sacudió, la falta de glucosa a la nave estropeo. A la deriva en un espacio incierto, lleno de bastones amargos y tripulación en descontento; volver al camino de helado, vadear el conflicto y cruzar al otro lado.

Con la esperanza perdida y el corazón agolpado, el silencio se ve roto por un confite apasionado. El chocolate blanco, algo rancio y quebrado, ofrece su vida para salvar a la nación; fundirse en refresco y reiniciar la ignición.

Una vida perdida para terminar la misión, desde ahora el más noble ídolo con la más dulce intención.

Algarabías e idilio de la nave se apodero, Choconautas reencontrados con lo que leo les prometió. De nuevo en marcha con rumbo hacia el sol, cruzando por meteoros de miel y turrón.

Así termina la historia de Leo, el niño que un libro sideral escribió, aquel que su realidad transformo, que en tinta y papel su sueño forjó. 

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