Últimamente

Camino sin rumbo por la ciudad, suspirando por las ausencias y las decepciones. Siento que mi corazón quiere gritar con rebeldía, desahogar los desamores y buscar la libertad para la tierra y el alma; sin embargo se censura, calla y se retuerce entre las brazas de la angustia y las caricias que ya no están.

Llueve, son gotas muy finas, que parecen rayar el cielo y modificar lo que se mira, como con ganas de aparentar realidades distintas, donde no hay dolor, tan sólo una imagen difusa de la tristeza y la agónica levedad de existir en soledad. Hace frío, hace noche, hace falta algo o alguien, debe ser que las ideas o han llegado a Cómala o que están en cierto lugar de cuyo nombre no se quieren acordar. Todo es una inmensa y nostálgica postal del desencanto.

Noto mi respiración elevándose en el aire, al igual que yo, no busca ningún lugar. Quiere perderse y olvidar, soñarse en otro cielo y en otros brazos. Descansar de la monotonía para  volver a sonreír y luchar.

Me siento frente a un local cerrado, en banca rota como muchos otros, intento guarecerme del agua, de los murmullos de lo mundano. También busco un lugar donde sollozar y dejar que las tristezas fluyan. Esta debería ser la ciudad de los sueños, hay tantos que se tejen en el aire, otros tantos que se diluyen sobre las pisadas de los incautos, pero hay ilusiones por doquier, unas cansadas y en el suelo, otras bailando y girando entre multitudes, y otras tantas más, en lo inalcanzable, negadas a caer o siquiera a ser acariciadas. Creo que tu perdida es como esas últimas, las de arriba, las que te obligan a mirar el cielo y volver a la realidad en el infierno.

En este lugar de crímenes, represión y amargura, de desigualdad, ignorancia y penuria, hay más que vida, hay historias para contarse, para mirarse, para cambiar la forma en que se degusta el orden de las cosas. Hacen falta cuentos, relatos orales, letras y homenajes. Hace falta tu mano aferrándose a la mía, tu abrazo que hace palidecer el ahogo y da calor a la certidumbre.

No nos miramos, ahí está la razón de mi zozobra, de mi desesperanza al mañana, de mi ansiedad al pasado, del malnacido presente que no me permite explicar. No me domina tu sombra y las palabras no alcanzan para hacerte volver. Es que últimamente ya no soñamos o es que últimamente me cuesta más trabajo despertar.

Ya es mucho detenimiento, es mejor retomar el andar, mojarse un poco más para volver a respirar con fluidez; resurgir de las cenizas y las alas de fuego extender, llevando palabra de esperanza y revolución. Tendré que seguir mirando luceros, ilusionando a la inmensidad, escribiendo cada noche y un nuevo abrazo coleccionar.

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