Olvidado

Prefiero ser olvidado,
no quiero eternizarme,
al menos no en pavimento.

Viajo, sin refunfuñar, eso no sirve de nada. Siento el aire frío cortar contra mi cara, rafaguear contra mi cabello, traer el aroma de pasto recién cortado; pues es la época donde se quita lo quemado y se espera que algo reverdezca. Es febrero que con sus papalotes en lo alto anuncia algo que no volverá, niñez.

Las personas no se miran, apenas viven. Es algo anacrónico, también degenerativo.

- Por favor. - Dice una chica mientras estira el brazo. Una mano se extiende y todo es nuevamente el rugido de una máquina y el viento que aulla. Rostros grises en el andar, idénticos a la propaganda electoral que tapiza las calles y el alcantarillado.

Decía Jara que la vida es eterna en cinco minutos; es lo mismo en dos kilómetros, al menos, cuando se desafía la muerte. A propósito, creo que a la muerte seguro le gusta el lujo, no de ha molestado en recoger a algún viajero así.

- Permiso. - Dice una voz taciturna. Al paso todo se mueve, paulatinamente, como para no permitir que el tiempo corra.

- Ahí cabe, además todo el camino de vino arrimando. - Responde una mujer con enfado.

Por fin un peldaño arriba, las manos libres y el corazón sereno. El viaje aún no termina, pero, por hoy ya no regresaré a casa en la puerta del autobús.

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario