Se congregan, como la multitud de colores al amanecer, con la fuerza de los movimientos de la tierra y el estruendo de cualquier cañón en medio de la batalla; esta es una lucha de orgullo, un rehilete de emociones que trasciende a once hombres, que viaja mas allá de un balón.
El esférico es el pretexto, la portería el objetivo, la grandeza la misión y sólo la alcanzan quienes se alzan a una misma voz, a un mismo latido, a un mismo color.
Se crea una sinfonía de movimiento, pero esto es mas que arte, es una lucha por demostrar supremacía una guerra donde se el silencio es la muerte y el ole el grito mas alentador.
Todo se decide en un fallo fatídico, una nota brillante, un error o una pizca del implacable reloj, aquel que no perdona, pasa y pasa como lo hace con todo lo que vive. Puede ser el mayor enemigo o el mejor aliado.
Sin embargo, la lucha abajo, en el terreno llano es mínima la verdadera angustia esta en el ruedo, donde las gargantas ebullen y las banderas ondean, donde una marea de matices se avalancha sobre el colegiado, ahí donde no existe la mediocridad, únicamente el triunfo y el fracaso.
Se crea una sinfonía de movimiento, pero esto es mas que arte, es una lucha por demostrar supremacía una guerra donde se el silencio es la muerte y el ole el grito mas alentador.
Todo se decide en un fallo fatídico, una nota brillante, un error o una pizca del implacable reloj, aquel que no perdona, pasa y pasa como lo hace con todo lo que vive. Puede ser el mayor enemigo o el mejor aliado.
Sin embargo, la lucha abajo, en el terreno llano es mínima la verdadera angustia esta en el ruedo, donde las gargantas ebullen y las banderas ondean, donde una marea de matices se avalancha sobre el colegiado, ahí donde no existe la mediocridad, únicamente el triunfo y el fracaso.
Muchas guerras se deciden ahí. El que empuja, el que pinta, el que chifla, es el general. Decide quien entra, quien sale, quien es héroe o villano. Es quien decide cuando ganó el marcador y cuando ganó el perdedor. Los once que se conectan con ese hervidero, son los que ganan, los que se quedan en la memoria y en el corazón.
Aquí hay mas que gusto por la pelota, hay magia misticismo, tradición Suenan tambores, trompetas, el eco de aquel que cubeta al hombro otorga un poco mas de folclor esto es fútbol inspiración del pueblo, antesala de aquel que busca la inmortalidad, aquí los ídolos se dibujan en la piel y a los villanos se les hunde en el fondo del olvido y el repudio.
Es el ritual pivote de la pasión. No caben medias tintas, ni análisis esquemáticos, el observador objetivo, el causal y el crítico social perdidos están, nada para ellos ya sea en la gradería o en el televisor. Sólo aquel capaz de ver la grandeza en ese campo verde puede pasar. Aquel que sabe lo qué es la camiseta del enemigo portar, cuando la apuesta se pierde. Sólo quien ve la magia del ritual entrará.
Mil gracias al buen Josué Rodríguez, quien colaboró con inspiración y letras a más de la mitad de este texto. Gracias amigo.
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