Acercamiento

Puente de vida y muerte, donde el gozo se esconde y los sentidos se agudizan, donde la muerte no es abandono, sino otra señal de ausencia y transición del alma. Sueños que revolotean y generan incertidumbre, deseo de mística y quiromancia, de que el tiempo se detenga, regrese, se estanque, explote... deseo de contemplar desde otros ojos la vida en la muerte.

No es deseo suicida, es alteración de la realidad, inclinación a reavivar momentos de color sepia, a llegar al punto que nadie ha podido atravesar.

La realidad intenta recomenzar, redistribuirse y eliminar el engaño, la locura, la razón, es el momento en que sólo se quiere ver, escuchar, sentir, apasionarse. No es momento de luto ni de relativismos, es la experiencia universal que dota de humanidad, de consciencia y criterio, de una reinterpretación de lo que apenas se conoce, de lo que se niega, de lo que se teme, de lo que permite alcanzar el éxtasis.

Las caricias están, las personas agobian, pero nada es necesario, la eternidad lo hace prescindible, pues impactan los recuerdos, los tal vez; y el mundo gira, desarrolla su interminable ciclo de bienvenida y adiós. Las ideas fluyen, la carne muere, pero la esencia se mistifica, engrandece, abruma, se interpone y crece, nacen culpas, y el corazón, él solo se ralentiza, como si las lágrimas lo exprimieran, lo apuñalaran, le recordaran la miseria, la humildad, el dolor, la guerra, la esperanza, la unión el odio, la impunidad, la fraternidad y la hipocresía.

Es dignificación del alma, entrega a una existencia que sólo se anhela, que tiende a la frustración, pero que obliga a luchar, a repatriar ilusiones, es sueño, sólo una noche más.

Pese a todo los sentidos se contraen, se difumina la cordura y escapan las ideas, paralizando el pulso, transformando la muerte en arte de velocidad, certeza y armonía. Se van los momentos y se aceleran los recuerdos, y no obstante, no importa el contenido, sino la sensación que transmuta en idolatría, en un absceso del ayer y el mañana.

Es el momento en que la mente despierta, en que lo corpóreo se adentra en la identidad, es el momento de dejar de soñar, para volver a vivir en la flemática realidad, aun, cuando no se logre distinguir entre la vida, el sueño, la muerte y la existencia.

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